Clase abierta y gratuita: Fármacos II y el nuevo escenario para los medicamentos y dispositivos médicos
Conociendo a mi abuelo: el Dr. Lissi
Miró hacia atrás y me doy cuenta que siempre que estábamos con mi tata, la química nos rodeaba. Él siempre salía con sus preguntas. En algún paseo a la plaza o cuando nos llevaba de excursión salía con sus ¿sabés por qué? Que porqué creíamos que el cielo es azul o porqué las hojas eran verdes. Siempre lo hacía como un juego y trataba de sacarnos algún tipo de respuesta que, finalmente, daba lo mismo porque él siempre nos daba la correcta.
Todos los domingos para el almuerzo nos juntábamos como familia. Cómo olvidarlo si siempre que se estaba hablando de algo en la mesa y salía un término que nadie conocía, incluso durante el postre, mi abuelo mandaba a alguna de sus nietecitas a buscar la enciclopedia para después sentarse a buscar las palabras y decir “siempre hay algo nuevo que aprender”. Cómo olvidarse de las discusiones de trabajo, en pleno almuerzo, con mi Tía Elsa (Abuin) en las que, rodeados de toda la familia, nadie entendía lo que discutían: del paper, del resultado, que el experimento, que la reacción, que la ecuación etc. etc. etc.
Justamente fue en un almuerzo dominguero, en casa de la Tía Elsa, en el que empezaron a decirme, medio en broma medio en serio, que qué mejor que estudiar Química. Yo en esa época no sabía qué es lo que quería estudiar. Les hice caso y hoy puedo decir que fue la mejor decisión que pude haber hecho respecto a mi futuro. Se los agradezco ya que sin su guía nunca hubiese escogido este camino.
Todavía recuerdo bien ese día. Después de pasar un buen rato diciéndome las maravillas de estudiar química y que sería lindo que estudiara en la USACH donde él trabajaba y hacía clases, nos empezamos a despedir y yo le dije: “Entonces ¡Chao profe!” ¡La cara de descolocado de mi tata fue genial! ¡Hasta colorado se puso! Mi mamá me decía que él nunca se imaginó a una nietecita llamándolo “profe”.
En la universidad conocí al “Dr. Lissi” y fue cuando yo también pasé a ser “la nieta de Lissi”. Cuesta abrirse camino cuando tienes a tal personaje como familiar, alguien muy respetado por su trayectoria y por las cosas que había logrado.
Fue algo extraño conocer quién era. Debo de reconocer que sabía que era reconocido y que era muy bueno en lo que hacía pero aun así, para mí, seguía siendo mi tata, la persona con quien jugábamos, íbamos a Rapel y compartíamos como familia. Era toda una joda cuando íbamos a almorzar donde los abuelos los domingos y me decía: “me dijeron que no te fue muy bien en tal prueba” siendo que yo ni siquiera sabía cómo me había ido o cuando me preguntaba: ¿Cómo estaba con mis cosas? o cuando se me ocurría preguntar algo y eso generaba nuevas discusiones con mi tía ¡Que esto es así! ¡Qué esto es asá! En fin, nunca saqué nada en limpio de esas batallas.
Ser su nieta es un orgullo y un honor para mí. Llevar su apellido nunca ha sido una carga ni tampoco un motivo para dármelas de grande sino más bien ha significado esfuerzo y mucho trabajo para que él también se sienta orgulloso de la nieta que tiene, que se sienta orgulloso de mí como persona y como científica que soy.
Por: Andrea Arenas Lissi