"Debo tener más menos 500 trabajos y no podría decir que hay uno que realmente me hace sentir orgulloso"

Sobre sus anécdotas en la universidad, lo que significó obtener la Cátedra Presidencial y el desarrollo científico de la universidad habló el profesor Lissi en esta entrevista para nuestra Facultad.
 
- ¿Cuándo descubrió su interés por la ciencia? ¿Y qué es lo que más le gusta de esta profesión? 
 
“Me decidí a estudiar ciencias porque tenía mejor rendimiento en matemática en Enseñanza Media. Una opción era Ingeniería pero pensaba que tenía que dibujar planos y no le pegaba al dibujo. Medicina era otra, pero no puedo ver sangre y casi por descarte fue química, aunque ni siquiera sabía lo que hacía un químico ya que mi profesor de química en el colegio era lo menos motivante. La satisfacción que encuentro en la ciencia es descubrir y plantearse una duda o hipótesis y ser capaz de llegar a ver si se cumple esta hipótesis. Lo que más me gusta del trabajo científico es tener la capacidad de esbozar un problema o una cosa particular y ser capaz, con el trabajo experimental y el apoyo teórico, justificar si los resultados que uno tiene son correctos o no”.
 
- ¿Cómo proyecta el desarrollo de la ciencia en los próximos años en Chile y en particular en la universidad?
 
“La ciencia en la universidad podrá desarrollarse en la capacidad que tengan los profesores para participar en grupos multidisciplinarios ya que la complejidad de los problemas es cada vez mayor. Cuando nosotros empezamos con la química, tenía mucho de alquimia en el sentido que uno estaba aislado y tenía un sistema y bastaba con la química y ahora es muy poco lo que puedes hacer en forma aislada. En estos momentos hacer química - al menos lo que hacíamos nosotros - lo hacen los equipos. Hace 20 años atrás medías un compuesto de una planta y tenías que hacer una fórmula, realizar tres años de trabajo y una tesis para después llegar a la molécula que andabas buscando. En estos momentos, apretás un botón y te sale todas las propiedades de la molécula y todo lo demás”.
 
- ¿Hay algún logro académico que haya obtenido que lo haya hecho sentir bien?
 
“En investigación es una etapa cumplida cuando se logra contestar tu hipótesis y hacer una propuesta de lo que está ocurriendo. Ahora, un poco, los trabajos son como los hijos de uno, todos tienen un poquito más, un poquito menos y al final uno los quiere a todos. Yo debo tener, más o menos, 500 trabajos y no  podría decir que hay uno que realmente me hace sentir orgulloso”. 
 
- ¿Qué importancia tuvo haber recibido la Cátedra Presidencial?
 
“Fue fundamentalmente tener la sensación de que lo que uno hace es reconocido. Pero no solo por la Cátedra sino que las otras “distinciones”: un premio al científico más productivo en Chile durante el año y ser miembro de la Academia en Ciencias de Argentina, Fisicoquímica de Argentina, de la Academia de Ciencias Latinoamericana, de la Academia de Ciencias Brasilera y Profesor distinguido de la Universidad de La Habana”.
 
- ¿Recuerda en especial alguna anécdota en la Universidad?
 
“En nuestros primeros años en la universidad no teníamos nada pero donde trabajábamos requeríamos nitrógeno y lo comprábamos Facultad de Ciencias de la Universidad de Chile, ahí en Beauchef, que tenía una máquina. Entonces, íbamos en micro con un termo de cinco litros  que echaba humo porque cuando se evapora es como el CO2, o sea, toda la micro nos miraba cómo: ¡Cuando va a explotar la cuestión!”
 
“La otra que éramos emprendedores o no sé si autosuficientes y, además, teníamos un poco el sentimiento de que nada nos podía pasar. Trabajábamos con un extractor así grandote que se hace funcionar con etileno, es un coso de vidrio así grande con el que trabajamos mucho tiempo y que sintetizaba el etilboro. Entonces, por regla de tres, dijimos: ‘si lo hacemos reaccionar con acetileno vamos a tener el tribilboro´. Empezamos a sintetizarlo e hicimos un agujero en el techo porque se nos fue todo para arriba ¡Menos mal que no había nadie trabajando en ese laboratorio!  Éramos jóvenes, teníamos mucho empeño pero además de cierta forma éramos inconscientes”.
 
- ¿Alguna otra que se acuerde?
 
De la que me acuerdo, no se puede contar porque es de mal gusto (se ríe). Éramos ocho o diez ñatos que habíamos venido a la Usach y al principio habían resquemores con los profesores de fisicoquímica porque pensaban que nosotros los íbamos a pasar por arriba. Fisicoquímica la dictaban y la hacían dos “profesores” uno de ellos era Ingeniero Militar. Entonces para solucionar esto roces, se organizó una cena de camaradería en un restaurant. Terminada la cena, se dijeron algunos discursos. De nuestra parte, en nombre de los argentinos, habló el gordo Levitus que era el más senior de nosotros de los que nos habíamos venido. En el devenir de su charla se le ocurrió decir que esperaba que esta reunión sea “un ‘mojón’ en la historia de la química” ¡Los chilenos se hacían por el suelo de la risa! y nosotros no sabíamos lo que pasaba porque mojón es un “hito” pero acá el sentido es otro, es “sorete”. Al final  la cena cumplió su función porque ahí nos distendimos 
 
- ¿Cómo le gustaría que lo recordaran en la Facultad y en la Universidad?
 
“Como a alguien que le ‘pegaba´ a fisicoquímica y nunca molestó a nadie”.
 
 
 
 
Agradecimientos a: Cecilia Inés Lissi Adamo.
 
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