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Dra. Jenny Blamey participa en expedición científica para proteger anomalías planetarias en Atacama
“No hay ningún otro sitio dentro del planeta que sea igual a lo encontramos en el desierto de Atacama”, señaló la Dra. Jenny Blamey, quien representó a la Universidad de Santiago de Chile en la expedición parte del proyecto Laboratorio Natural Desierto de Atacama (LANDATA) que reunió a astrobiólogos, geólogos y paleobotánicos, microbiólogos entre otras disciplinas.
A su regreso, la investigadora de la Facultad de Química y Biología recalcó la importancia de generar conocimiento acerca de estos territorios únicos en el planeta y avanzar hacia su protección. “La idea es informar y convencer a los tomadores de decisiones de que ciertos lugares dentro del desierto de Atacama deberían protegerse, sin ir en desmedro de la operación minera, siempre considerando que esta debe ser llevada a cabo en forma responsable”, explicó la investigadora.
Además de su valor geológico y astrobiológico, los sitios explorados albergan microorganismos extremófilos que despiertan gran interés en la ciencia, ya que poseen biocompuestos de potencial aplicación en la denominada nueva industria, que incorpora elementos como la economía circular y la sustentabilidad dentro de sus ejes. Estas investigaciones también buscan ampliar la comprensión acerca del origen de la vida y la resiliencia de la vida en ambientes extremos.
La expedición – que exploró 28 sitios dentro del Desierto de Atacama que entre ellos el sitio más seco del planeta que tiene un 0,1% de pluviometría anual y el salar de Llamara, el único salar líquido que existe en nuestro planeta – además, incluyó reuniones y diálogo con comunidades locales, entre ellos representantes aimaras.
El proyecto cuenta con la participación de investigadoras e investigadores de la Universidad Católica del Norte, la Universidad de Chile, la Universidad de Santiago de Chile, la Universidad de Antofagasta, Universidad de Atacama, Cornell University, el Instituto SETI perteneciente al Centro de Investigación Carl Sagan y la Fundación Biociencia.
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Por: Nicolás Gaona Reydet